me traslada a la infancia de los pies
descalzos,
al olor de la navidad, a ese suave
incienso de las misas por las noches,
a los rezos de los abuelos, y a los
cantos de la “Purisima”
La bruma agridulce, me sitúa en el momento en el que los dedos de mi madre
se
posaban sobre las calientes mejías de una niña inquieta,
que disfrutaba
perseguir arañas,
treparse al techo o deslizarse de
nalgas sobre la loma de tierra frente a mi antigua casa
Su textura es la del pasado, que se
asoma con una sonrisa y me hace recordar:
que en medio de pobrezas siempre supe
divertirme